Dichas estas palabras, demos inicio entonces:
SOBRE LA OBRA DE MANUEL BANDEIRA Y LA PANORÁMICA DE LAS COSTUMBRES CARIOCAS
O ULTIMO POEMA
Assim eu quereria meu último poema
Que fosse terno dizendo as coisas mais simples e menos intencionais
Que fosse ardente como um soluço sem lágrimas
Que tivesse a beleza das flores quase sem perfume
A pureza da chama em que se consomem os diamantes mais límpidos
A paixão dos suicidas que se matam sem explicação (*)
-Manuel Bandeira
En la literatura, como en las demás cosas de la vida existe aquello de los gustos diferenciados según nuestros intereses y nuestras posibilidades. Por ello, para empezar una serie de crónicas sobre el Brasil y mas generalmente sobre Río de Janeiro, no encuentro mejor motivo que escribir una crónica sobre -el hombre de las “Crónicas Inéditas”- Manuel Bandeira, por motivos de sobra justificantes, entre otros por la exquisitez de su escritura, por su sapiencia “borgeana”-me concedo la licencia de introducir el neologismo- en la manera de transmitir ideas y exponer pensamientos fuera de afiliaciones políticas o religiosas.
Resulta que el poeta Bandeira nació un 19 de Abril de 1886 en Recife, en 1890 su familia se muda para Rio de Janeiro y regresan a su ciudad natal en 1892 (justamente el año en el cual nuestro Juan Ramón Molina realiza su visita a esta ciudad y escribe su “Salutación a los poetas brasileiros” pero esto, será motivo de alguna otra crónica que involucra a Carlos Drummond de Andrade y otros tantos), comienza escribiendo poesía, del mismo modo en que la flor cae y el agua fluye siguiendo la pendiente, dirían algunos escritores al referirse a la naturalidad con la que algunos realizan creaciones poéticas en sus inicios para luego adentrarse profundamente en las vastas regiones de la corteza literaria, escribiendo las crónicas y críticas que lo han hecho famoso. Con motivo de internarse en el sanatório de Clavadel para tratarse de la tuberculosis, viaja a Suiza donde conoce -en tal sanatorio- al senor Paul Eugène Grindel, que después tomaría el seudónimo de Paul Éluard, y a la famosa musa Gala, futura esposa de Éluard y, más tarde, de Salvador Dalí. Regresa a Rio de Janeiro, buscando un clima agradable para sobrellevar su enfermedad y que mejor escogencia para la vida que la Avenida Nossa Senhora de Copacabana en el Barrio de Copacabana (justamente a una cuadra de la Avenida Barata Ribeiro, donde en la actualidad resido), a escasos metros de la playa, el viento marino, el sol y los exuberantes cuerpos de las mujeres cariocas que en ese entonces, como en la actualidad, pasaban en traje de baño camino del mar. Así instalado, se dedica a observar. Es justamente mediante la observación como se perciben las cosas que para el común de la gente pasan desapercibidas o no consiguen explicarse.
Manuel Bandeira supo extraer la esencia del pueblo carioca y del Brasil entero; su alegría, el origen de sus tristezas, de los mitos, creencias, las carencias de un pueblo recién salido de la esclavitud, las diferencias aún existentes tanto en las tonalidades de la piel como en los tonos del trato colectivo. Para el lector desprevenido o el lector atento las sorpresas no hacen falta, para lecturas superficiales y hasta jocosas como “PNEUMATÓRAX” o lecturas profundas y que exigen al lector un mayor nivel de abstracción como en sus críticas sobre filósofos o escritores al estilo de Marcel Proust, la satisfacción y deleite en la lectura está garantizada.
Del mismo modo con que Tarkovsky definía el cine como el arte de esculpir el tiempo, Bandeira supo esculpir su tiempo, el de Brasil entero y el mundo en general, con una visión punzante y su lapicero todólogo que ora escribía sobre las costumbres del negro en el carnaval, con descripciones tan coloridas que se tiene la impresión de estar allí, de la picardía del Brasileiro en la resolución de ciertos desafíos (lo que en nuestro buen cristiano significaría “maña”), ora dictaba una cátedra sobre pintura norteamericana contemporánea, realizaba una entrevista con el pensador del momento en Río de Janeiro o redactaba un artículo sobre Hai-Kais (Haikú), la obra de Machado de Assís, el teatro francés, los mas bellos cuentos brasileños o la poesia europea; lo que no faltaba eran ideas, del mismo modo no podían faltar sus reseñas sobre los mas variados libros publicados o impresiones sobre la actualidad editorial carioca.
Manuel Bandeira se convirtió talvez sin quererlo en aquello que reseñaba, supo mimetizarse en la piel y en el aire carioca de un modo tal que lo escrito en sus artículos se refleja en nuestras imaginaciones como la navaja en el ojo de "Un Chien andalou" y nos aferra a esa pequeña ancla que nos mantiene unidos al suelo, para no perdernos entre el fuerte oleaje de la confusión y la bruma intelectual que abunda por los caminos de la tierra. Él mostró que el comportamiento de la raza humana es casi el mismo, dejando de lado el contexto, pero el espíritu carioca también es uno solo, único, no hay en el mundo un pueblo mas alegre y festivo que el de Rio de Janeiro y de todo Brasil, donde una festividad religiosa es celebrada todo el mes de Febrero desencadenando la última semana en los 7 días más alocados y desenfrenados que mente alguna pueda imaginar: el famoso “Carnaval de Rio de Janeiro”, una especie de desahogo mental y espiritual de un pueblo que no concibe una semana sin cerveza ni fiesta de Samba o Pagode y Churrasco, una muestra pequena del espíritu de alegría de este pueblo conformado en su mayoría por negros y mulatos descendientes directos de esclavos africanos explotados en las minas de diamantes y caña de azúcar por conquistadores portugueses; que usaron la danza “Capoeira” - hasta en eso de hacer la guerra los brasileños son festivos- para luchar contra los esclavizadores y lograr la libertad, para ellos y para las generaciones venideras. Pero eso sí, de la mano de Dios y de los Orishâs, el Candomblé, la Macumba, Umbandá y Espiritismo.
El día 13 de Octubre de 1968 muere el poeta Manuel Bandeira y con él su pluma de oro, pero su obra y su particular visión del mundo, o del arte, que es lo mismo, quedan con nosotros, los recolectores de pensamientos, los que contemplamos extasiados la caída de una hoja, una puesta de sol, un perro siguiendo a su cola o un poema de Nazim Hikmet sobre la ebriedad.
Las costumbres de un pueblo inmenso como el Brasil serían motivo de libros y libros, por lo tanto voy a parar aquí, contentándome con haber escrito una crónica sobre el autor de crónicas más famoso de Brasil y en general, por haber introducido una visión personal de las costumbres cariocas y Brasileiras, dejando para después el tratamiento más detallado de temas que hoy aparecieron de manera dispersa, valiéndome de la vida y obra de escritores y personajes representativos que supieron plasmar su huella en esta “Cidade Maravilhosa”, para ofrecer un panorama más amplio del pasado y presente de una de las ciudades más turísticas del mundo y sus singulares personas.
RIO DE JANEIRO 24 DE AGOSTO DE 2010
(*)
EL ÚLTIMO POEMA
Así quisiera mi último poema
que fuese tierno diciendo las cosas más simples y menos intencionales
que fuese ardiente como sollozo sin lágrimas
que tuviese la belleza de las flores sin perfume
la pureza de la llama en que se consumen los diamantes mas límpidos
la pasión de los suicidas que se matan sin explicación.
+Traducción al espanol con el perdón del autor.