sábado, 26 de junio de 2010

Nelson Merren


Nelson E. Merren nació en La Ceiba en 1931. Publicó sus primeros poemas en las revista Honduras literaria de la UNAH, en 163. En 1969 obtuvo el primer premio de poesía Juan ramón Molina en la, entonces, Escuela Superior del Profesorado Francisco Morazán (Hoy Universidad Pedagógica Nacional) con su libro "Color de exilio". Perteneció al grupo de poetas jóvenes "La voz convocada". Por su propio amor a Nueva York, se marcho de Honduras en 1972, después de recibir una beca para terminar sus estudios de dentista, allí residió en el Greenwich Village. Sufría de una neurosis convulsiva, a la cual buscó cura sin logralo, y de un insomnio recurrente desde los 21, el cual lo convirtió en un adicto a las píldoras para dormir. Esta y otras razones lo llevaron a perder su fe en todas las religiones. Murió en Nueva York, Estados Unidos el 24 de mayo de 2007. En palabras de Helen Umaña: "Merren nos enfrenta a una temática sombría expresada a través de mecanismos formales que - de lo neobarroco a la antipoesía- permiten corregir que en dichos libros, se encuentran unas de las claves del actual que hacer poético de Honduras".

Entre sus obras publicadas encontramos: Calendario negro (1968) Color de Exilio (1970) y Mundo de cubos (Obra completa y publicada de forma póstuma en 2007).


Elogio de mi muerte

Pétreo soñar. Anémona de gozo.
salida de la luz en duro duelo.
Ciego soñar. Un áncora en el pozo
que no busca el rielar de ningún cielo.

Boca sin voz, pupilas con invierno
y un cuágulo de sombra cercenada.
Nepente de lo fuerte y de lo tierno.
Distancia sin geranio y sin albada.

Ciego cristal de ausente lejanía
derrotando la risa y la agonía
con su fulgor de piedra sumergido.

Pórtico de la sombra. Ensimismado,
inmemorial estanque silenciado.
Y olvido siempre. Para siempre olvido.


Sabor a sombra

He tomado parte en sesudas discusiones
sobre si la poesía política
tiene derecho a llamarse poesía
y comido anca e rana y horrorosos percebes
y panes con miel y tortas ácimas
y visto salir el sol y recordar ese instante
que los poetas lo han llamado el ojo del día
y dorado emperador
y leído deliciosas y cretinas novelas pornográficas
y dramas en que la virtud es recompensada
y me he aburrido de tanto día soleado
y añorado los de lluvia
y tenido diez días seguidos de lluvia
y añorado los soleados
y hecho cosas indecentes en ciertos parques
y visto caer la noche y tratado de crear una frase nueva
y viajado en auto y en ferrocarril
y comido duraznos y humildes bananos
y dicho: en cuanto lea todo los del socialismo
podré morirme en paz
y olvidado de todo con unos vasos de vino
y bañado desnudo en los ríos como un polinesio
y dicho: en cuanto vea todas las películas
de esa famosa actriz podré morirme en paz
y viajado en distintos tipos de aviones
y dicho: ¡La inventiva del hombre blanco!
y he quebrado los espejos adrede
y tratado de olvidarme de los días amargos
y dicho: en cuanto pruebe todos los cócteles
podré morirme en paz
y sostenido sin creerlo que los hombres fuertes
tienen poco seso
y lavado mi cuerpo con jabón perfumado
y pisado inmundicias en callejones oscuros
y comprobado que en china el blanco es color de luto
y echado de mi cabeza a escobazos los días amargos
y extasiado con los nombres de las estrellas
Altair Vega Sirio Benatsnach Zubeneschamali
y dicho: ¡que vida tan rica la mía!
y sonreído de niños descalzos y de vientre hincadas
que se llaman Cesar Augusto
y visto que soy prácticamente igual a los chinos
y a los negros
y escrito con plumas de ganso
solo por curiosidad
y examinado mi espalda y aun más abajo
en un gran espejo
y examinado mis ojos en un espejo
y visto algo en ellos infinitamente doloroso
y recordado toda mi vida
y visto que no hay nada como el éxtasis negro
de la muerte
y sentado en parques, bajo el viento helado
esperando que llegue
y deseado siempre, con cada latido de mi corazón
la paz que no termina.

Carpe Diem

Hay días
como una calle entre solares baldíos,
pavimentada y sólo
basuras y maleza a los lados.
Días en que el café y el pan
suben a yeso, a furia seca, a estafa,
ya dispuestos y lanzados desde el periódico
con su político yankee
deteniendo el cortejo
para besar a una niñita birmana
o maternalmente calculando votos
mientras acaricia a un negrito en Harlem.
El jugo de naranja como purga
mientras sonríe con sus quince abriles
una gentil culta filósofa etcétera
damita qué asco
y más allá está el Papa declarando
con perspicacia aturullante
que la situación del mundo es grave.

Atravesar la calle con cuidado
por moderno atavismo,
el mismo gordo vendedor de frutas
con su falsete por lo visto patentado
el vendedor de lotería como una mariposa plañidera
ejercitando su ingenua demagogia
y en la esquina, ya con ojos de camello,
ver otra vez que el Papa
ha prometido orar por las víctimas
del terremoto de Turquía,
y las ganas terribles de gritar ¡Mierda todo!
hasta que se nos sosieguen las y los dientes.

Días como una carretera
bajo el sol, recta, vacía, interminable.


Pasando

Bajo altos edificios
en las aceras
en la algarabía de tomates y repollos
de los mercados
en los elevadores y tranvías
cruzando puentes
contestando a gritos
discutiendo a gritos
sintiendo en la garganta y en los sesos
el aguardiente de una cólera terrible,
leyendo diarios o revistas
en consultorios pintados de blanco,
por todos lados, a donde vaya
aquí, allá, siempre he tenido,
tengo en los ojos ante mí
ese color de cuernos negros,
tengo en la boca, siempre,
ese sabor a exilio.


Al comando israelí que lloró junto al muro de las lamentaciones

Lloras y eres hombre, y ese nudo
toca mi corazón y lo desgarra.

Los diez y nueve siglos de camino
fueron piedras con oro y ululato.

Ya casi lo olvidabas. Y ese muro
puso en tu pecho su tremendo dedo.

Ay Isarael! Tus ojos desquiciados
de nuevo irguieron sus terribles tallos,

y tus guiñapos y la fe de siglos
hablaron tumultuosos al soldado.

Llora soldado, que es viril y digno
tu dulce y amargo llanto de victoria.


Mis bichos: La avispa

Anda siempre con las alas recién pavonadas y cuida de que el polvo no las deslustre. Llega, se posa y da órdenes con movimientos de metrónomo. Metálica y pulida con una bala de bronce y de cobalto, es un modelo de imperiosa aristocracia. Su trato es seco y agudo, aunque no remoto. Lee las paredes las descarta una por una. Me le acerco pero no permiten que la distraigan. Firme y lacónica, me dice ¡Estoy ocupada! y hace mutis por la esquina.


Conversación

Estás mejor así, creéme, muchacha.
Tal como otras, supones
que mi afectada indiferencia sólo
es un reto a tus prominentes encantos, pero
que éstos, al fin, triunfarán.
Pero otra vez te ruego, escúchame:
abandona la caza. Sólo conseguirías
un incómodo tirano que le grita a los niños,
que odia la hipocrecía y aun la idea
de traer hijos al mundo.
Además, por supuesto, has de creer en Dios,
que recompensa y es muy amoroso
y lleva la contabilidad de los pecados
de todas las colegialas y las secretarias
aunque unas vivan en Brasil
y otras en Australia y otras cosas así.

Estás mejor así, dulce muchacha.
Deja que otro galán te engañe con palabras
más viejas que la arena.
Yo no miento, lo he dicho
siempre: Yo soy un lobo
estepario, un lobo solitario
perdido entre las gentes.

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