jueves, 23 de octubre de 2008

La novela perdida de Artaud en México

Autor: David Huerta
Revista ALFIL, revista del instituto francés de América latina.

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En el México de los años treinta hay una novela pérdida que, desde luego, no seré yo quien redacte. En primer lugar por mi constitutiva incapacidad para escribir narraciones- sencillamente contar historias: que-pase-algo, como me repiten los que saben- y en segundo término porque la grandeza y las miserias simultáneas de su tema me parecen inaccesibles y me resultan literalmente intratables. Pero en esa novela puedo leer, como entre sombras, cosas que me estremecen y me conmueven. No es una novela inexistente: es una fábula virtual.

A la manera de ciertos cuadernos de Nathaniel Hawthorne comentados por jorge Luis Borges- con tanta avidez que más parecen invenciones de éste- quisiera resumir la posible trama de esa novela pérdida. Ese resumen quisiera acercarse al espíritu de ese relato, no más; pero quizás no pueda evitar indicar, como cuando se señala con el dedo algo que nos atrae o nos impresiona, el posible curso de acontecimientos de la narración. El fantasma que invoco fue un personaje y fue, también varios personajes. Era el poeta, actor y dramaturgo francés Antinin Artaud(1896- 1948).

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Un poeta visionario cruza al Océano Atlántico en busca de imagenes. No es cualquier poeta: ha inventado el Teatro de la Crueldad y está hastiado de la cultura europea, a la que ve como un paisaje en ruinas. Son los años magnéticos- un magnetismo oscuro de inminencia- de la entreguerra. Francia ha pasado por el torbellino de las vanguardias; Alemania se lame las heridas; la Unión Soviética es un planeta desconcertante en el panorama del siglo. El mundo es un jeroglífico abismal.

El visionario está desesperado, desgarrado. Su rostro tiene algo heroico: rasgos de Poe, de Rimbaud, del Conde de Lautréamont, o mejor aún, de Maldoror. El viaje al otro lado del mar es también como suele ocurrir, un viaje al interior de si mismo ; pero por las vías más tortuosas imaginables; las drogas lo han devastado y a la vez le han dado vislumbres de una realidad aparte, de lo que sucede en la otra orilla. Los ritos que busca y las culturas que desea conocer lo curarán. O por lo menos así lo espera.

Su viaje culminará en un ascenso que es al mismo tiempo una ascensión. Sube a la neblinosa y encrespada tierra mágica de los rarámuri a atestiguar ceremonias que le sugieren extrañas ideas -como las de que algunos pasajes de Platón en los que este se refiere a la Atlántida tienen una relación directa con los ritos de los Taraumaras. Prueba el peyote y tiene otras visiones, diferentes de las que le han impuesto las drogas heroicas y opiáceas; cree encontrar en el corazón de esas visiones una dimensión paralela de la existencia en la que sería posible la salvación.

El viaje de Artaud a México le sirve para perfeccionar se imagen de sí mismo. Pero no son los tarahumaras, el peyote, las montañas del norte de México ni las evocaciones de la Atlántida lo que marcará ese viaje más profundamente.

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El visionario ha estado antes en la Ciudad de México, un lugar que le debió parecer gris, opaco, sobre todo en comparación con el París de la entreguerra, en donde ha militado con los surrealistas y participado en algunos escándalos de jóvenes furioso y rebeldes.

Pero en esa ciudad hispanohablante encuentra espíritus afines: el doctor y poeta Elías Nandino, quien lo ayuda de todas las formas posibles a sobrellevar sus adicciones; el poeta guatemalteco Luis Cardoza y Aragón... Para éste, Artaud es "una antorcha viva". de ellos tenemos testimonios del doliente francés; pero por ellos sabemos también que la vida de ese hombre desgarrado en México estaba llena de lagunas, es decir, largos momentos de los cuales ellos nada supieron. Esos momentos serían el punto de partida, el material, el escenario y el fondo trágico de la novela perdida de Artaud en México. Nadie ha sabido de esos momentos ni de ellos ha quedado registro literario, documental o autobiográfico alguno. Pero en ese tiempo clausurado e ignorado en la vida de Artaud está la semilla, oscura e inquietante de la novela.

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Antonin Artaud conoció a aquellos que en 1944 otro poeta amigo de Elías nandino y de Luis Cardoza y Aragón, llamaría "hombres del alba." Efraín Huerta los describía poéticamente con estas líneas poderosas, en un libro que en 1944 cumplió medio siglo de publicado:

Son los que tiene en vez de corazón
un perro enloquesido,
o una simple manzana luminosa,
o un frasco con saliba y alcohol,
o el murmullo de la una de la mañana,
o un corazón como cualquier otro.
Son los hombres del alba.
Los bandidos con la barba crecida
y el bendito cinismo endurecido,
los asesinos cautelosos
con la ferocidad sobre los hombros,
los maricas con fiebre en las orejas
y en los blandos riñones,
los violadores,
los profesionales del desprecio,
los del agua ardiente en las arterias,
los que gritan, aullan, como lobos
con las patas heladas.
los hombres más abandonados,
más locos, más valientes:
los más puros.

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La novela contaría las andanzas de Artaud en el underground de la ciudad de México en los años treinta, con todos esos "Hombres del alba" que le muestran acremente el reverso de la experiencia europea. ¿Cual es para el alma de Artaud la lección de esas extrañas jornadas con los teporochos y los vagos de la ciudad?La violencia en eso que unos años más tarde los economistas de las Naciones Unidas van a llamar "país subdesarrollado"; la violencia de una ciudad que comienza a ser moderna pero todavía arrastra muchas presencias, atmósferas y rasgos diversos de la vieja ciudad colonial, prehispanica; la violencia en compañía de los bandidos, los asesinos, los maricas, los violadores, "los profecionales del desprecio" - Esa violencia sería el fondo de la novela perdida de Artaud en México.

Si quiere, el novelista que rescate esta novela perdida de los años treinta puede hacerla también un relato histórico: el México de la entreguerra, la transición del caudillismo posrevolucionario al México sexenal inaugurado por Cárdenas, las tensiones mundiales (frentes populares, nazifascismo en ascenso, rearme), todo ello contrastado con la tragedia ferozmente individual del poeta desgarrado, perdido en una tierra extraña y llena de incitaciones.

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Artaud ve y experimenta algo en la ciudad de México que lo transforma y de lo cual nunca va a hablar o escribir. Eso que ve y vive en los arrabales de México es lo contrario de una revelación; es una contrarrevelación. Pero es de tal manera intenso y decisivo que va a serlo para siempre.

En Rodez, durante su confinamiento en los muros psiquiátricos, se hace amigo de un joven árabe con el que conversa íntimamente hasta llegar al punto nodal de su experiencia mexicana. A su joven amigo llegado del norte africano -y víctima de lo que se llama "un shck cultural" de inadaptación- le revela estremecido su contrarrevelación.

Artaud alcanza la paz -una paz trágica, lacerada por relámpagos alternos de lucidez y locura- y su amigo árabe se "cura": es una curación trágica, también. Esa curación y las extrañas armas espirituales que le dio la contrarrevelación de Artaud surgida en los arrabales de un México infestado por la pureza anárquica de los "hombres del alba", lo llevará en la juventud y en la edad madura a participar en las sangrientas guerras de la liberación africana, en especial en Argelia, como si el legado del poeta herido lo hubiese transformado radicalmente. Tal sería a grandes rasgos, la trama de esta novela virtual.

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